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–¿Y no vas a hacer nada? ¿Por qué no le dices algo? ¡Habla con ella! –
–No puedo hacer nada. Si le hablo va a decir que estoy celoso o yo no sé qué. Lo va a tomar por el lado mal. Además, ¿qué gano yo con decirle algo? A mí qué. Que haga lo que quiera – le dije´
–No puedes dejar que se case con él! No va a ser feliz. Está arruinando su vida. Dile algo! – insistía.
–Díselo tú. –
–Ok. ¡Yo le voy a hablar y decirle que es una tonta! –
¿Qué? Esta conversación estaba tomando un tono muy extraño. Se estaba volviendo muy surrealista. El restaurante estaba casi lleno. Nuestra mesa se encontraba junto a una hermosa y gigante planta que nos miraba mientras comíamos. La comida era excelente y estábamos terminándonos los últimos vasos de una deliciosa jarra de una bebida refrescante y un poco alcohólica. El mesero solo estaba interesado en que comiéramos, pagáramos y nos fuéramos. Las mesas vecinas cambiaron de ocupantes un par de veces pero nosotros no nos dimos cuenta.
–No entiendo. ¿Para qué quieres hablar con ella? Tú qué o qué?– le pregunté, realmente confundido por la conversación. ¿A qué quería llegar Monique con todo esto? Yo le acababa de contar de Lisa. Le dije que ya tenia novio, un poco grande para ella, pero era un buen chico. Monique sabía que Lisa y yo habíamos terminado simplemente por la distancia, pero ¿por qué decía que Lisa era una tonta?
–Me da coraje… – dijo con voz temblorosa.
Me quedé callado, escuchándola. La miré fijamente: su mirada estaba baja, como si estuviera apenada de sus pensamientos. Evitaba el contacto con mis ojos. Sus sentimientos estaban descubiertos y eso la incomodaba.
–Me da coraje… ¡Ellas pueden ser felices contigo y no lo aprovechan!… ¡Qué tontas! –
De pronto me quedé sin habla. No esperaba tales palabras de Monique. Era muy rara la ocasión en que ella descubría sus sentimientos, pero las pocas veces que lo hacía era como una avalancha para mí. Siempre era en un momento no previsto y lo hacía con una inocencia, con un cariño que me daban ganas de comérmela a besos, pero dado que estábamos en un lugar público solo pude sonreír.
–A mí también me da coraje no poder ser feliz con la persona que lo quiero ser, y sí poder con las que no quiero –
–Te deberías de casar con Daniela–
¿Que qué? Ahora sí estaba extraña la conversación. ¿No le habrán echado algo a las bebidas? No tuve que decir en voz alta mi pregunta, mi cara de duda me delató.
–Sí…de menos, si te casas con ella no me sentiría tan mal.–
–¿Con Daniela? ¿Por qué con ella? –
–No sé, me late. –
–¿Y te gustaría que me case con ella? ¿Con otra? ¿Qué te esta pasando, te sientes bien? –
–Es…ellas que sí pueden y no aprovechan… –
–¿Y tú, no puedes? –
No me contestó, pero sus pensamientos se quedaron en el aire. Sus temores eran los míos. Me acerqué y la besé. Y volví besarla una y otra vez. No quería hablar, y no lo tenía que hacer. En sus besos encontré una respuesta.
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