Tardes de helado casero de limón y frutilla. Magia de verano a la sombra del limonero. Susurros de siesta. La abuela cantando. La abuela retando al abuelo por alguna picardía hecha para hacer reir a los nietos. Trabajo y esfuerzo. Alegría y agradecimiento. El silbido del abuelo trabajando en el taller. Los mates de la abuela, los más dulces. El gallinero en el fondo. Los pollitos bebé el lavadero. El gato del vecino caminando por el tapial al acecho. Los mandados y el Dios se lo pague como recompensa por la ayuda. Las galletitas con manteca y dulce de leche. El teléfono gris. La tele blanco y negro. El Zorro y la Familia Ingalls. La sopa de letras. Las bromas del abuelo haciendo enojar a la abuela de vuelta. La damajuana de vino. El pajarito en la pared del pasillo que canta y tiene luces. El dormitorio misterioso lleno de recuerdos custodiados por la abuela.El arma reglamentaria del abuelo escondida en el ropero. El Heno de Pravia de la abuela. El tocadisco, la tia y el novio bailando al ritmo de los hits de Palito Ortega. Las rosas en el cantero de adelante. Pele y el Negro, que par de perros.
Las Navidades, la mesa larga en el patio. Los bichitos de luz. Los primos. Las peleas. Los abrazos y los besos. La ensalada de frutas, el turrón y la garrapiñada. El corcho de la sidra disparado al aire y a ver quién se casa. La sirena de los bomberos anunciando el nacimiento. Los fuegos artificiales. Papal Noel. El Arbolito. Los Reyes. La sorpresa de los regalos. La Pelopincho. La escoba de quince y el Chin Chon. Las cañas de pescar y el tarrito de las lombrices. Las bicicletas. El Fiat 128 y el trailer. Los pullover, bufanda y gorro tejidos para el invierno. El aparador lleno de muñequitos de porcelana que no se podían tocar. La lata de los caramelos. El olor a bizcochuelo casero.
Mi refugio. La nieta mayor, la consentida.
Hoy entregamos las llaves a los compradores de la casa de los abuelos. Primero se fue él silbando bajito como era su costumbre y después ella refunfuñando . Para todos lados iban juntos y esta no iba a ser la excepción.
Hacía un tiempo ya que la casa estaba cerrada y yo no había vuelto a entrar desde la última vez que estuve en mi pueblo y la abuela aún vivía.
Mamá era incapaz de hacerse cargo o simplemente le resultaba muy doloroso. A veces la veía salir embalada para aquel lado y al ratito pegar la vuelta con desconsuelo. La desgracia de vivir en la misma cuadra.
La casa está medianamente abandonada, triste verla así, sin limonero, sin rosas. Cuando entre por última vez me vinieron a la mente tantos momentos vividos en mi infancia como los que les describí al principio. El alma de la casa seguia intacta esperando nutrirse de nuevas risas y momentos compartidos de la vida.
Me doy la última vuelta y cuando cierro por última vez la puerta me parece escuchar tan clarito :
– Francisco!!
– Que pasa Vieja ? y se me escapa un lagrimón de nostalgia y alegría de saberlos juntos eternamente donde sea.
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Amo esta historia Susana, te quedó bellísima.