El mate

Les voy a hablar de un compañero de vida, de los que no te abandonan y muchas veces te alivian. 

Lo conocí de chiquita de la mano de mi abuela que me lo ofreció una tarde a la sombra de un limonero en el fondo de su patio. El aroma a azahar embriagaba los sentidos y hacía más soportable el amargor de mi amigo. 

  • Chupa, dale – me repetía mi abuela  – que se va a enfriar !

Y así poquito a poco me fui acostumbrando a él.

Su fisonomía cambió pero la mía también. Recuerdo que al primero lo llamábamos mate de camionero: chiquito, de material enlozado, color azul marino con una manija, como un jarro. Tardes de verano en el Balneario, a la orilla del río, el ruido de la cascada, el abuelo pescando, mi hermano y yo recién salidos del agua y con ese hambre que solo da el río, el mar, la pileta, como si el agua despertara el apetito. La abuela preparaba galletitas con paté y picadillo y  el mate iba y venía, de mano en mano, de boca en boca. La vuelta empezaba por uno de los lados y se respetaba el turno. Esa pequeña reunión, ese imborrable momento, la calidez de ese mate, me traen los recuerdos de tardes llenas de abuelos. 

Después probé mate de madera, de palo santo creo que era. A mi papá le gustaba. Los domingos, cuando le tocaba trabajar, mamá preparaba el mate , la yerba y las galletitas y partíamos en bicicleta para la fábrica a la hora de la siesta. Esos días no se hacían ladrillos y papá hacía las veces de sereno. Nosotros podíamos ir y venir libremente mientras ellos conversaban, y entre mate y mate el domingo terminaba.

Ahora uso el de calabaza, que es el fruto de una planta que lleva ese nombre. Es muy curioso verla florecida con todas las calabazas, futuros mates, colgando como guirnaldas. 

Muchos momentos guardo en los mates de mi vida.  La imagen de mi padre en la cocina preparándolo cuando me levantaba en las mañanas. Las charlas eternas, el mate suelta la lengua. Las largas noches de estudio en las que te mantenia despierto. Lo primero que cargabamos en el auto cuando salíamos de viaje. 

El mate me trae a mis raíces y a la vez es tan versátil que se adapta a otras tierras. Lleva un mensaje de amor, de compañía, de encuentro.

Mis hijos dicen que lo mio con el mate es adicción. Y puede que tengan razón. 

Susana
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