Me impacto el escrito de Paula, pues no es normal compartir sentimientos. Por una razón de educación o reconocer algo de debilidad, no se hace. Y la verdad es que debemos hacerlo. Me pregunto por qué no puedo ser libre de compartir lo que se siente con alguien. Lo que se piensa de un acto de la persona o de lo que la persona misma piensa. Me acuerdo las charlas de café en la escuela secundaria, donde los amigos se contaban cosas que de grande probablemente no nos animamos a contar. Que lastima que perdemos ese don de compartir algo humano como es un sentimiento. Algunas veces se comparten ideas, esto es más fácil pues es algo de razón, esta se puede discutir, los sentimientos no, solo se comparten y aceptan. Esto es lo bonito de esto, nos ponemos en los pies de quien lo comparte y podemos llorar o reír. Es como un túnel directo al corazón, es como si nos dijéramos cosas íntimas que nos hermana como humanos, como personas. Por qué perdimos esto. Que nos hace que de grandes no lo hagamos. Quizás por esto nos enamoramos de jóvenes. La aguja del amor se nos clava solamente de joven y por pocas veces en la vida, de grande se puede volver al amor, pero no es lo mismo con los años que pasamos. Las vivencias que vivimos son muy importantes y capaz que no estemos dispuestos a perder nada en pro de la pareja. Los risueños años de juventud, se pierden en la memoria, pero las sacamos a relucir cuando nos ponemos a compartir vivencias y sentimientos con otra persona. Que importante fueron las aventuras, desatinos y conquistas de aquella época. La vida misma, la esencia de lo que nosotros somos. No podemos ser como los murciélagos que no ven solo tienen ultrasonido para guiarse. Teníamos que compartir experiencias para guiarnos a lo que queríamos llegar. En el guiso de la vida, no solo lo más importante son sus ingredientes, sino como lo revolvemos. Hacemos como los navegantes que con su vela impulsan sus barcos a buen puerto, hay que tener actitud para hacerlo y por supuesto buenos conocimientos.
Ni los otorrinolaringólogos pueden compartir con sus pacientes el dolor que pueden o no producir.
Como furgón de cola, no tengamos miedo de compartir.
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