La canción del veo veo. Eso me recuerda. Claro que veo sola y me pregunto y contesto. Veo veo… los chicos que pasan camino a la escuela con sus guardapolvos blancos y la mochila a cuesta. Prolijos, peinados y perfumados. Alguno que otro medio dormido refleja en su cara el contacto con la almohada que no lo dejaba partir. Algunos parlotean y otros van callados. Yo soy como los segundos. No me gusta que me hablen por la mañana, no emito palabra hasta pasadas las diez. Veo veo… la vieja de la esquina sacando la silla de mimbre a la vereda se sienta a dar los buenos días a todos los que pasan por delante de su puerta. Como si tomara asistencia. Ya aminora el movimiento y la vieja agarra la silla y se va para adentro. Veo veo … Las vecinas van y vienen al almacén , la panadería y la carnicería, apuradas porque la mañana se desvanece rápido y hay que preparar el almuerzo. Además a las doce todo cierra. Veo veo…
Al viejo de enfrente se le volvió a escapar el perro y el pobre hombre lo llamó dos o tres veces pero el muy ladino no aparece. Seguro se fue atrás de alguna perra en celó. Ya volverá cuando tenga hambre con la cola entre las patas. Veo veo…
Son las once y la calle está desierta.
Los pájaros en las copas de los árboles revolotean y trinan. El sol se cuela en las casas a través de las ventanas abiertas de par en par para que las habitaciones se aireen. Las señoras sacuden las sábanas de las camas, los felpudos contra la pared y el polvo se desvanece al calor del sol. Veo veo … un auto acaba de estacionar en la esquina. No es del barrio. Lo maneja un hombre que me resulta conocido. Es raro por el horario, a esta hora ya están todos adentro cocinando. Aparece una mujer joven y muy hermosa y se sube al auto. Se besan apasionadamente y luego el hombre arranca el auto y desaparecen. ¿De dónde lo conozco? Veo veo… ya son las doce y media. Bullicio de guardapolvos no tan blancos, cabelleras despeinadas y algarabía por el final de la jornada escolar. Y hambre. Vuelven todos con cara de muertos de hambre. Hablan de si al llegar a casa habrá milanesas con puré o fideos con estofado. La vieja vuelve a sacar la silla y saluda a todos nuevamente. A la una se vuelve a meter adentro. La espera la siesta. A esa hora no se ve un alma en la calle. Hasta los pájaros en las copas de los árboles están callados y quietos. Volvió el auto. La hermosa mujer y el marido de mi amiga se despiden con un beso largo y prometedor de otro encuentro. Veo veo…
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