Carta

Entiendo que tengas que irte, aunque esta noticia ponga aún más en evidencia la dualidad que existe en mí cuando se trata de ti. Esperanza y desolación, entusiasmo e indiferencia, amor y apatía. Deseo de corazón que te vaya bien, que seas muy feliz y tengas éxito en tu nuevo trabajo. Y también deseo que de a ratos seas absolutamente miserable. Una parte de mí vibra de felicidad pensando en las posibilidades que se abren para ti. Un mejor trabajo, una mejor vida, un mejor ambiente. Te imagino inspirado por los nuevos colores de los paisajes, tonos de blanco, grises y azules que no nos han tocado en este lado del mundo. Me entusiasma imaginarte caminando por las calles de tu nueva ciudad, topándote con cientos de rostros nuevos que pasan como páginas de un catálogo mostrando amigos, enemigos y amores potenciales. Tantas primeras experiencias y toda esa novedad a tu alrededor, comienzos que desearía poder compartir contigo. Pero la otra parte de mí, la que tú modelaste, inevitablemente se llena de envidia al recordar que ambos estábamos atrapados en una rutina monótona y depresiva. Mi lado herido espera que tu vista permanezca fija en la pantalla de tu teléfono, haciéndote ignorar toda la belleza a tu alrededor. Este otro yo confía en que te cerrarás a las oportunidades siempre culpando a tu mala suerte, que decidirás aislarte en un oscuro apartamento deseando nunca haberte ido, en lugar de pasear con el corazón abierto y dispuesto a dejar entrar a otros en tu vida. Estaré aquí, un testigo a distancia de tu nueva vida. Pretenderé ser tu más grande apoyo, alentándote para que creas en ti mismo. Intentaré convencerte de que estarás bien, de que puedes con todo lo que se te presente. Pero poco a poco y sin que te des cuenta, estaré al mismo tiempo alimentando tus inseguridades, mermando tu ego, haciéndote cada vez más dependiente de mí y de mis refuerzos positivos. Pero es lindo pensar que puedo conocer un nuevo mundo a través de tus historias, inspirarme en ellas y convertir tu cambio en una nueva versión de mí. Intentaré convencerte de seguir conmigo diciéndote que nuestro amor puede sobrepasar cualquier cosa, que creceremos juntos de esta separación que es solo física, pero tú y yo hace rato dejamos de creer en palabras bonitas y cursilerías como esa. Lo más probable es que continuemos esta enfermiza dependencia y sigamos torturándonos con la excusa del amor, de no estar solos y de pretender que somos una pareja para no pasar pena con los amigos. Dicen que el verdadero amor es desear lo mejor para la persona que se ama, aunque no sea lo mejor para uno. No sé quién lo dijo, pero honestamente… qué falta de autoestima. Te deseo el bien, no me malinterpretes, pero no la absoluta felicidad después de que te robaste la mía. Lo que sí sé es que esta vez no resistiré, no rezaré para que la vida nos una de nuevo. Pensé que nuestros cuerpos estaban destinados a estar juntos, pero dejaré que la vida los separe. Te dejo ir, esperando que en algún lugar esté escrita nuestra historia y tenga el final más trágico que ninguna historia de amor haya tenido.

Claudia R
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